Ella está en el horizonte. Camino dos pasos y ella se aleja. Nunca deja que la alcance. ¿Para qué sirve, entonces, la utopía?...para caminar.

martes, 16 de octubre de 2007

Sorpresas nocturnas


Un rato antes, dándoles la vueltecita nocturna a mis perros, he contemplado una escena singular. Al lado de casa han abierto dos restaurantes uno a cada lado del portal. Mientras que La casa Roja triunfa, los Hermanos Paez tienen libres las mesas que esperan sin ser ocupadas. Y, noche tras noche, mientras paso por delante, he ido observando que siempre, a pesar de que no hay clientes, hay una fila de coches en doble fila. Hoy desvelé el misterio por fin. Y es, algo curioso y a la vez muy tierno. Congregados alrededor de una de las mesas, cuatro Paez juegan al parchís, arropados por la fresquita brisa malagueña. La familia se reune para comer el marisco que no se degustará y, de postre, partida de parchís. El patriarca más mayor lo observa todo, bastón en mano e interés despierto. Se escucha la tensión, el dado golpeándose en el reducido cubilete y la espectación ante el grito de: "¡Te como y me cuento veinte!".
Mientras caminaba, me han venido a la mente recuerdos de hace años, cuando mi abuela y yo pasábamos las tardes jugando al parchís. Ella siempre me ganaba, incluso cuando comenzó a perder la vista y tuvo que comprarse un dado enorme para poder ver los puntitos y que yo no le hiciera trampa. Ni con esas acertaba yo a ganar. El parchís no faltaba en el piso. La tradición, sin embargo, se ha ido perdiendo. No sé dónde está ese parchís con su funda de cristal donde pasamos tan buenos momentos.
Me he puesto un poco nostálgica, pensando en todo esto porque por desgracia, ella ya no puede disfrutar conmigo de apasionantes partidas. Sin embargo, esa familia me ha arrancado una sonrisa, pensaba que el juego estaba quedándose desfasado y que las tecnologías iban a acabar por desterrarlo del panorama de mesa. Gracias a que todavía existen personas así que, en vez de enchufarse a ver la televisión agrupados como autómatas, se divierten "comiéndose" los unos a los otros, disfrutando con risas mientras que el tiempo, la noche y el sueño den tregua.

1 comentario:

Isabel dijo...

Por suerte aún quedan cosas bellas que nunca cambian...
Lo bueno no necesita tantos cambios,amiga.
No mires con nostalgia tus recuerdos,sino con satisfacción por haberlos vivido.
Un beso y me cuento veinte... ;-)