Ella está en el horizonte. Camino dos pasos y ella se aleja. Nunca deja que la alcance. ¿Para qué sirve, entonces, la utopía?...para caminar.

sábado, 30 de marzo de 2013

Misión Olvido

Pon tu vida en orden primero. Después, llámame. 

Y es que la lluvia me pone nostálgica. Así que ha terminado de aderezar esta Semana Santa que para mí ha sido una penitencia, de recuerdos, de decepciones y de introspección. Misión Olvido se coló a principios de semana en mi Kindle, tras acabar la facilona Lo inevitable del amor de Nuria Roca y Juan del Val.
Acabo de llegar a su última página, maldiciendo mi escaso presupuesto ya que, he deseado volver a páginas concretas, releer pasajes, y, dudo ser capaz de navegar entre los porcentajes que maneja el libro electrónico. Sin más cháchara, ¿por qué hacer una reseña? Soy amante de la lectura desde siempre, pero me contento con recomendar las lecturas que me gustan, dejando que la propia persona se maraville de lo que encuentra. Será que me he sentido tocada por el libro y hoy, necesito contar qué me ha movido.
La historia de Blanca, la protagonista, comienza con un viaje. Su universo particular se ha desmoronado cuando, con la independencia de sus hijos y su trabajo como profesora universitaria, su marido rompe el matrimonio a la vez que se embarca en una relación con otra mujer. Blanca aterriza en Santa Cecilia, California, para sumergirse en la tarea de ordenar los documentos añejos de un viejo profesor. No imagino cómo la ayudará en su propia transformación, encontrarse con el pasado de Andrés Fontana.
En su momento disfruté muchísimo con El tiempo entre costuras, la primera novela de María Dueñas. He de reconocer que he disfrutado aún más de este libro.
Cómo sobreponerse a las heridas, cómo reconciliarse con lo que se teme, cómo no importa lo lejos que huyamos, que siempre habrá que enfrentar a los fantasmas, qué miedo da lanzarse al precipicio, qué fría es la soledad, cuánto cuesta recomponer los pedazos de nosotros mismos una vez que perdemos todo norte y dirección... Misión Olvido habla de todo esto, mezclándolo con misterio e Historia, de una manera dulce y auténtica.
Si tuviese que elegir a un personaje, claramente sería  Daniel Carter, profesor atípico, con esa historia magnífica y ese viaje mítico a la España franquista. Admiro cómo la escritora dibuja a los personajes, profundos y complejos, llenos de significado.
Recomiendo esta lectura con fervor, espero que os remueva como lo ha hecho conmigo.

 Mis años negros, aquellos años terribles en los que fui incapaz de asumir con cordura la realidad. Pero todo pasa, Blanca, todo pasa, créeme. Cuesta lo que no está escrito y nada vuelve a ser nunca lo mismo pero al final, y sé de lo que hablo, llega la reconstrucción. Te vuelves a abrir a la vida, avanzas, progresas. 

lunes, 25 de marzo de 2013

Quizás no te dije


Quizás no te dije que uno de mis sueños es volar. Literalmente, como un pájaro. Puede que lo veas una tontería, pero hay pequeños detalles que son importantes para mí. No niego que, no te haya dejado ver todo lo que hay detrás de mi piel, se llama defensa. Puede que muchas personas lo vean como una cobardía, yo lo he integrado como parte de mí misma. Tejer esta red de palabras invisibles me hace sentir bien. 
Quizás no te dije que cuando quiero a alguien, me encanta compartir mi tiempo. La soledad no me termina de gustar, aunque a ratos la necesite. No significa que no respete los espacios, no tiene nada que ver con la dependencia (al menos patológica). No. Simplemente, es cierto. Los amores en la distancia no me dicen mucho, yo soy de ojos, no de oídos. 
Quizás no te dije que no me gusta sentir que doy mucho más de lo recibo. Es así. Puede que no sea tan altruista. No sé si busco algo de ti, no me planteo que la pragmática sea lo que me acerca a las personas pero, siendo honesta, yo también necesito que me busquen, que me quieran en su vida. A veces siento que todos los pasos los doy yo. 
Quizás no te dije que soy complicada. No utilizaré rara ni especial. Complicada, como la mayoría, pero ya crea un gran abismo entre la simpleza que puedes buscar. Y eso significa, que pienso, siento, sueño, creo, imagino, relaciono, amo, aprendo, sufro, río, deseo y sueño de nuevo. Y a menudo, o todo el tiempo, tengo algo en la mente, otro cosquilleo en el corazón y seguro que mil palabras para intentar explicarlo todo. 
¿Por qué necesito decirte todo esto ahora? Es fácil. Puede que no me conozcas, puede que yo no te conozca. Pero quiero dejarme sentir. Y no puedo hacerlo si no soy sincera con ambos. 
Necesito más de ti. 

sábado, 23 de marzo de 2013

Sensaciones


Y tengo la sensación de estar flotando, dentro de un tiempo circular. Y esa sensación en las manos, de que a mi alrededor, los que quiero se derrumban, y yo sólo puedo estar ahí. Sin más. Y esa sensación, de que el futuro es algo tan grande, tan misterioso, que da tanto miedo, que me alejo y me acerco, bailando una danza narcoléptica. Y esa sensación, de anhelo, de incertidumbre, de deseo (ese que quema tanto), de pavor y pánico, porque te ha costado tanto levantar tus muros, que la idea de abrir ventanas es como tirarte desde el precipicio más alto que encuentres. Y esa sensación, tan maldita, de que hay muchos libros a medio terminar, que esperan el punto y final que no te atreves a escribir. Y esa otra, la que te hace cosquillas en los labios, que te molesta porque no puedes controlarla como quieres. Como tu vida. Como a ti misma. Y esa sensación de asombro, de admiración, de pura belleza, cuando amas lo que haces, y aprendes de todo lo que te roza fingiendo ser casual. Y esa, de plenitud, cuando en tus ojos todo brilla.
Cuando te dejas llevar por las sensaciones, aunque no las comprendas.

sábado, 16 de marzo de 2013

No vendrá nadie a salvarte


Me sobrecogió una emoción indescriptible, mezcla entre dolor, culpa y miedo. Hacía bastante tiempo que no sentía esa huella, creía que las olas se habían llevado los restos de las palabras que tenía escritas en la piel. Pero, me engañaba a mí misma una vez más.
Tengo una amiga que me dijo que las cosas que nos ocurren no son casuales, que siempre tienen un porqué. Así, a menudo, llegan personas a nuestra vida, les abrimos las puertas de nosotros mismos impulsados por esa intuición, a veces errónea, otras acertada, de que esa persona no llega para hacernos daño. Y, con más dificultad por todos esos tortazos que te han ido dando, dejándote las mejillas en carne viva, te vas desnudando, haciéndote más frágil aunque, al mismo tiempo, más fuerte. Todo es simple, cuando queremos que lo sea. Somos nosotros quienes complicamos las relaciones, si no con mentiras, con medias verdades.
Me pregunto qué quiero que vean los demás cuando me ven. ¿Honestidad? ¿Transparencia? ¿Cercanía? ¿Alegría? Quizá quiero que vean lo que quiero ser, asustándome terriblemente cuando sé que, dentro de mí, hay tantas dudas sobre mi calidad personal. Porque decir en voz alta que has sido cobarde, que has engañado a los que te quieren, que has sido infantil y caprichosa, que has sido egoísta e inconsciente, cuesta.
Tremendo es que dentro de este bucle, sólo piense que no vendrá nadie a salvarme de mis fantasmas. Que alejaré a las personas de una u otra manera. Que estoy cansada y abatida. Y que, aunque día a día lleve el optimismo como bandera, sé que esa carga que me abruma, es muy pesada. Pero es mía.

martes, 12 de marzo de 2013

Corre


A veces me pregunto si podría vivir mi vida de otra manera. Sin correr tanto, sin tantas prisas todo el tiempo. En ocasiones, lo deseo. Deseo ser simplemente una estudiante que pasa la tarde en la biblioteca, sin más preocupación que preparar sus exámenes. 
Me conozco relativamente bien. Mi perfeccionismo, mi autoexigencia y mi energía creo que me acompañarán siempre, son una seña de mi identidad. Si cierro los ojos, no hay imaginación que me vea tumbada en el sofá dejando el tiempo correr entre mis dedos. Esa no soy yo. No creo que pueda serlo nunca. 
Aunque, no debería sentirme única; dentro de la espiral de estrés en la que todos estamos sumidos de uno u otro modo, yo soy una más. Sin embargo, aún con las ansias por devorar chocolate y el cansancio alojado tanto en mi mente como entre los hombros, me pregunto, ¿es esto, de verdad, lo que quiero para mí? 

sábado, 9 de marzo de 2013

Compasión

Las lecciones pueden venir de cualquiera, sólo hace falta tener los oídos bien limpios.
Recuerdo que, no hace mucho, cuando mi cabeza había perdido el norte como una brújula loca, me concentraba en la tristeza que  me llenaba, esa que no sabía cómo sacar de mí. Esos días oscuros me enseñaron más que todos los años anteriores juntos. Solo ahora lo sé, cuando me miro con otros ojos. Desde la compasión más sincera hacia aquella asustada criatura que lloraba, porque le habían partido el corazón sin esperarlo. Desde la compasión hacia aquel fantasma que veía como pasaban los días y se infiltraba en la noche, haciendo de su pequeño espacio en la cama, un agujero negro poblado por recuerdos con ojos como pozos. Desde la compasión hacia aquella muñeca que sólo quería que la quisiesen, sin importar el cómo. Desde la compasión hacia la ciega que, sin bastón, caminaba a tientas, sollozando porque temía caerse y herirse más.
Las lecciones pueden venir en cualquier momento, sólo hace falta entender que el dolor es parte de la vida.
Recuerdo como, poco a poco, el tiempo fue llevándose los restos del naufragio y, de entre las nubes, empezó a llegar algún rayo para derretir el témpano de hielo. Y como, dejando los restos de piel en el suelo, sentí la arena en los pies diciéndome que había llegado a ese horizonte del que recelaba.
No volví a jugar con fuego, pensando que no habría pomadas ni hierbas que curasen nuevas heridas.
Las lecciones pueden venir tarde, cuando las olas han derribado tus castillos en la orilla.
Y es que, compasión viene del latín cumpassio, hace alusión al sufrimiento compartido con otro. Pero,  el verbo latino passio procede del término griego pathos, que hace referencia al sentimiento entendido como drama interior.
Ese drama, tan nuestro, que creemos que nadie entenderá jamás.
Ahora, cuando me buscan personas para compartirme su propio sufrimiento, entiendo, como si fuese una carta marcada, que nada es casual.