El aire inundaba mis pulmones.
Las palabras se agolpaban en mi cabeza, pero ninguna salía de ella. Atrapadas entre las emociones que se abrían paso a través de mis sentidos, habían sucumbido al placer del silencio. El silencio entre las montañas. La complicidad de las nubes bordeando sus altas copas. El compañerismo, las manos que ayudaron a otros a subir aquella complicada cuesta. Qué satisfacción tan enorme, qué sensación tan indescriptible.
Me agarré a la baranda para no caer en el paisaje de ensueño que vislumbraba, arropada por el dulce cosquilleo en mi estómago.
En ese momento, el mundo dejó de existir para ser un todo, girando. La mañana alta, la sabiduría de las montañas, la pureza de la naturaleza, yo misma, a flor de piel, dejando de ser para empezar sólo a sentir...que no tengo vértigo.
3 comentarios:
A veces, al ensanchar nuestro horizonte se nos ensancha también el alma.
Me alegro de que no tengas vértigo. Así podrás subir más alto.
Un beso.
...y poder volar bien alto. Y verlo todo a vista de pájaro...
....aaahhh.
Hermosa foto, escrito liberador.
Juanma: Sólo subiendo bien alto podemos ver bien el horizonte, despejado y reluciente de esperanza y sueños. Intentaré quedarme arriba y no tener miedo a las alturas. Espero que subas tú también ;) Arriba. Un gran besazo!
Nadaquedemostrar: Todo es más bonito desde arriba, te das cuenta de la inmensidad y la belleza que hay a tu alrededor. La foto la hice yo misma, disfrutando y queriendo compartirla. Me siento liberada, espero seguir así mucho tiempo. Un beso enorme para ti!
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