 Descubro al amanecer, o él me descubre a mí, no lo sé. Hay noches que parecen volar en un simple pestañeo delante de mí, en otras me atacan crueles pesadillas que hacen del despertar una verdadera vuelta a la vida. Pero casi todas las noches últimamente son un poco frías. Demasiados gigantes al acecho, grandes huracanes arrastrándome de un lugar a otro. Como una paseante por las playas llenas de arena, respiro nervios, impaciencia, hundiéndome en muchos pasos, descubriéndome reflejada en las olas, sonriéndole al que anima a mis labios a separarse.
Descubro al amanecer, o él me descubre a mí, no lo sé. Hay noches que parecen volar en un simple pestañeo delante de mí, en otras me atacan crueles pesadillas que hacen del despertar una verdadera vuelta a la vida. Pero casi todas las noches últimamente son un poco frías. Demasiados gigantes al acecho, grandes huracanes arrastrándome de un lugar a otro. Como una paseante por las playas llenas de arena, respiro nervios, impaciencia, hundiéndome en muchos pasos, descubriéndome reflejada en las olas, sonriéndole al que anima a mis labios a separarse.Esta noche llueve, pero no estoy triste. La tarde ha pasado entre hojas, subrayadores, chocolates calientes, miradas cómplices, risas (un poco malignas), palabras, y poco silencio, aunque en las bibliotecas suele desearse más de lo que ahora yo deseo que todas mis inquietudes se disipen.
Tienen mucho que ver los que me acompañan, día a día, en la odisea de reservar una mesa donde estudiar, de que esta noche me aventure a ir más allá del temario del examen del día 26, me atreva a coger grandes bocanadas del aire empapado a salitre, no me de miedo desafiar lo indesafiable. Porque, nada tendría sentido...si no tuviese a quien decirle todo esto que me alborota, si sólo mis letras, las que me escribo para descifrarme, en noches de niebla y días tenebrosos, fuesen las protagonistas de mi historia.
 
 

