Ella está en el horizonte. Camino dos pasos y ella se aleja. Nunca deja que la alcance. ¿Para qué sirve, entonces, la utopía?...para caminar.

sábado, 31 de agosto de 2013

Reinventarse


Me pasé la mitad de mi infancia entre libros. Lo recuerdo con tanta dulzura, que aún ahora cuando vuelvo a ver mi colección del barco de vapor, los libros de tapas gastadas, los clásicos de siempre...me emociono y me late la vena de animadora a la lectura que seguro que me ha regalado más que un rótulo de rarita. Pero bueno, supongo que en esta madurez pausada, ya no me importa tanto lo que los demás piensen de mí aunque, sin embargo, es crucial lo que yo misma crea.
He estado tres meses sin leer ni un solo libro, curiosamente, ha coincidido con un período apasionado y agitado de mi historia, así que tenía que recuperar el tiempo perdido. Por eso vengo a hablados de dos libros magníficos que he tenido el placer de encontrar y me han ayudado a reinventarme porque, como dice Rosa Montero, "La recuperación no existe: no es posible volver a ser quien eras. Existe la reinvención".

Brújulas para buscar sonrisas perdidas de Albert Espinosa
Conocí a Albert Espinosa cuando una buena amiga me recomendó El mundo de los amarillos y me dijo, "tú eres mi amarilla". Disfruté de aquellas sencillas y sabias enseñanzas en aquel libro maravilloso. Así que, con ese maravilloso título, no pude resistirme a indagar en su nuevo libro. No soy muy amiga de largas descripciones, me gusta que cada persona descubra el libro por sí mismo, así que no me extenderé en la sinopsis. Decir que cuenta la historia de un hombre que, con la reciente pérdida de su mujer, debe cuidar a su padre enfermo que es preso de una doble enfermedad. En este viaje (porque todos los crecimientos personales no son más que viajes emocionales a nuestras raíces y nuestras heridas más profundas), el protagonista se encontrará con todos los fantasmas de su pasado y las incertidumbres de su futuro.
La muerte y los traumas infantiles tienen un peso muy importante en el desarrollo de la lectura. Todo tejido con tiento y poesía, porque el autor tiene un talento especial para poner títulos que te hacen soñar con tan solo leerlos. Además de un centenar de citas reflexivas que no te dejan impasible. Personalmente me quedo con las citas de un conserje filósofo, que os transcribo:

"¿Y si los que mueren han descubierto una verdad? Una verdad sobre el amor, sobre la amistad, sobre ellos, y nosotros somos ignorantes. Quizá es ese el sentido de esta vida, todos somos ignorantes que ignoramos cosas diferentes hasta que desaparecemos. El conocer la verdad nos permite marchar. ¿No podría ser así? A."



La ridícula idea de no volver a verte de Rosa Montero
Admito que mi sentimiento romántico me condicionó al leer el título del libro. Sigo siendo masoquista por mucho que me propongo progresar. También tengo otra debilidad...todo lo que escribe Rosa Montero. Desde que leí La hija del caníbal he devorado todo lo que ha salido de sus manos y, aunque publicó antes otro libro, no tenía ganas de demasiado futurismo. Empecé este libro, lo reconozco, sin ninguna idea de dónde me estaba metiendo y no pude más que sorprenderme cuando entendí que estaba adentrándome en una biografía muy personal sobre Marie Curie, la gran científica, premio Nobel y mujer extraordinaria de la Historia.
Lo cierto es que he bebido, literalmente, este libro, porque está escrito de tal manera que las vivencias de la autora se van mezclando con la propia historia de Marie, creando una mezcla perfecta. Ahora que lo he acabado, muero de ganas por leer más sobre la científica, y, aunque parezca raro, más biografías. Saber sobre otras vidas creo que te ayuda a darte cuenta de que la tuya no es tan excepcional ni extraña, sino que más bien es mundana e incluso aburrida en muchos de sus capítulos. Pero tuya, al fin y al cabo.
Paradójicamente, este libro habla muchísimo sobre la muerte, ya que si un hecho marcó para siempre a Marie Curie fue la muerte de su esposo y compañero de investigación, Pierre Curie. El libro contiene el diario que Curie escribió tras la muerte accidental y trágica de su esposo. Me ha tocado hasta lo más hondo la sinceridad de esa gran mujer, rota por el dolor y la incertidumbre. Y cómo se sobrepuso a su pérdida y siguió adelante con su vida, porque ella era una mujer muy completa e inteligentísima por sí misma y, si no lo sabía, fue por el machismo de la época y por esa ridícula idea que tenemos las mujeres de que somos tan diferentes a los hombres (que lo somos, no digo que no, pero en algunas temáticas como las habilidades o las capacidades, creo que con esfuerzo, tenemos más semejanzas que diferencias). Rosa Montero tiene una sensibilidad especial, me transmite muchas emociones con todo lo que escribe. En este caso, la autora se mimetiza con la situación que vivió Marie, debido a que ella también perdió a su marido, aunque ella a través de un cáncer. Tiene un párrafo el libro, que me atrapa y que quiero compartir:

"Y es raro porque, aunque pase el tiempo, el dolor de la pérdida, cuando se pone a doler, te sigue pareciendo igual de intenso. Por supuesto que cada vez estás mejor, mucho mejor: se te dispara el dolor con menos frecuencia y puedes recordar a tu muerto sin sufrir. Pero cuando a pena surge y no sabes muy bien por qué lo hace, es la misma laceración, la misma brasa (..) Esto no es algo de lo que nadei habla; quizá sea uno de esos secretos que todos comparten". 

Marie y Pierre recién casados

Me he quedado muy a gusto compartiendo mis descubrimientos. Espero que tengáis oportunidad de darme vuestra opinión y que os toque la fibra, como lo han hecho conmigo. 



jueves, 22 de agosto de 2013

Lentamente

delilahwoolf

Aún estábamos juntos cuando le dije que no había sido capaz de tocar el fondo de la piscina. Le conté que me había dado la sensación de que podría ahogarme, que nadie me ayudaría si no era capaz de alcanzar la superficie. Recuerda esa sensación oprimiéndome cuando intenté impulsarme, esa punzada de angustia. Él vino otro día y, mientras estábamos dentro me dijo que era el momento, "Vamos, nada hacia el fondo. Yo estoy aquí". Me negué en rotundo. Él se enfadó, pero no me importó. No sabía en aquel momento por qué, pero era consciente de que ya no me sentía segura a su lado. Ni tampoco a mi lado. Supongo que estaba decepcionada con los dos. Triste, muy triste, tan triste que no era capaz de darme cuenta de cómo me iba atando a algo que cada vez me laceraba más. 
Hoy sentí una nostalgia ridícula; me enfadé conmigo, con mis emociones cuando vi su fotografía. Maldito corazón masoquista que parece no aprender de todos los golpes. O si lo hace, lo hace muy lentamente. 

jueves, 15 de agosto de 2013

Desorden


Agridulces estos momentos; siento que quiero tocar el fondo de la piscina, pero es muy profunda y yo aún tengo miedo. Las heridas se han curado antes de lo que tenía previsto, era muy grande aquel sabio que aconsejó que lo mejor era huir de las brasas, porque aunque el fuego se hubiese apagado, aún podía quemarte la piel. Lo cierto es que tengo algunos recuerdos que me escuecen cuando algo los trae a mi mente. Algunos duelen mucho más de lo que yo recordaba, quizá porque se ha caído la venda de mis ojos para darme cuenta de lo mal que me he tratado a mí misma por esa necesidad tan acuciante de encajar con alguien que no era para mí. 
Hablaba con una buena amiga, en una noche de confidencias, cómo sentía que esos meses tan intensos me habían dejado marcada, como hacia mucho tiempo nada lo hacía. Quizá hace un mes habría sollozado con ese comentario, ahora sólo me hace esbozar una mueca. 
Hay algo que aún no termina de cuadrar. No sé si es mi cabeza con su maldita manía de entenderlo todo o, mi corazón con su estúpida manía de amar sin reservas ni contención. Cuando te das tanto, eres como una cuerda desenrollada, derramada sobre la tierra, con ansia de tensarse de nuevo. 
Me doy tiempo, creo que es la mejor decisión. El tiempo es un remedio casero para volver a ponerlo todo en orden. Mientras tanto, hora a hora, menos desordenada, más yo.