Ella está en el horizonte. Camino dos pasos y ella se aleja. Nunca deja que la alcance. ¿Para qué sirve, entonces, la utopía?...para caminar.

jueves, 31 de mayo de 2007

Hora de irse

Ya no era cálida. Ni siquiera sentía paz cuando llegaba hasta ella. Se había convertido en morada de silencio, y nunca me ha gustado el eco del viento resonando en los pasillos. Poco a poco, las fotografías se volvieron borrosas. La luz se negaba a entrar por las ventanas y sólo había tinieblas y cada vez, una oscuridad más fría rodeándome.

Sabía que había llegado el momento, pero me asustaba. Es extraño como algo que ha sido esencial en tu vida, puede ir desligándose de ti, hasta ser sólo un vago recuerdo, que no estás segura de que sea tuyo.

Hice la maleta. Me pesaba mucho el corazón. Con tristeza, me fui alejando poco a poco, sin hacer ruido, de la que había sido mi casa durante años. Me llevé a cuestas la incertidumbre, abrazada a la ilusión, de si encontraría un nuevo hogar.