
Y supo que pronto estaría de vuelta, porque quienes se huyen, se acaban buscando. - Querido Caín de Ignacio García-Valiño
Hace poco mi hermana y yo hablábamos de lo que había cambiado de unos años a ahora. De más pequeña era dura como la piedra, cualquier herida o problema no conseguía de mí más que indiferencia. Y ahora, ¿quién soy? Hasta las lágrimas de cocodrilo me hacen llorar.
He esperado mucho tiempo, esperé todos los días a que la vida volviera a tener un orden y sentido lógico. Cuando no lo encontré, me acostumbré al caos y, poco a poco, me asenté entre los cambios. Intenté alejar de mí la rabia y el rencor, intenté no tener más esperanzas vanas y, simplemente, seguir adelante sin mirar nunca atrás, ni pensar en lo que tuve. Y, es curioso, cuanto menos deseas, las cosas ocurren. El por qué aún no lo conozco, debe ser por esta maldita manía de querer dar sorpresas para que nos desconciertemos.
Ante la llamada del pasado, me quedé rígida; ante la llamada del pasado intenté frenar los recuerdos amargos, las noches de dudas, las malas miradas, las lágrimas que queman la piel y las traiciones que rompen la fe. Pero, como ya vaticinaba, ya no soy la misma, ya no soy piedra y, el pasado es mi mayor debilidad. Aquí lo tengo, bien clavado en la garganta, viajero de primera clase por mi cabeza.
Qué sencilla parece la palabra perdón. Qué intolerante aquel que lo rechaza. Qué ignorante aquel que juzga sin saber.
Me doy cuenta, más que nunca, de lo difícil que es decidir. Decidme vosotros, espectadores objetivos, ¿conciencia o corazón?, ¿orgullo, olvido, rencor, justicia? Decidme si se pueden perdonar las traiciones, decidme si debo actuar conforme a mi deber o si, por una vez, debo mandarlo todo a la mierda, su perdón y mis valores, pero así, hacerme justicia a mí misma.