
Llorando cuando se premió al esfuerzo, llorando, sintiéndome feliz al ver a las personas que quiero felices, llorando por todo el tiempo que se fue, por todas las palabras que no dije, por todos los instantes que desaproveché y por aquellos que exprimí con devoción. Lloré de alegría, dándome cuenta de que no sé nada de la vida, de que soy pequeña y de que la belleza de la amistad me emociona.
Aunque nuestros caminos vayan a separse, nos unen los recuerdos. Nos unen las historias, anécdotas y momentos que hemos compartido. Deseo con toda mi alma que cada sueño sea alcanzado, que cada persona encuentre su felicidad. Y, sobre todo, que al reencontrarnos, un día por casualidad en la calle, no volvamos la cara, nos sonríamos y podamos embriagarnos de los recuerdos, aquellos momentos que nos hicieron crecer.
